miércoles, 4 de agosto de 2010

Comunidad y sociedad

Más allá de la política. Para los que no son parte de determinada comunidad. La contracara del “peligro de la asimilación” es el “peligro de lo inasimilable”. La profundidad de la discriminación en general y del antisemitismo en particular, como “fenómeno perenne”, como “peligro de lo inasimilable”, mas allá de si hubo o no persecuciones, cuando y donde, muchas o pocas, esta en la profundidad de la cultura, de los clásicos de la cultura occidental, que si no son neutrales son profundamente discriminadores, antisemitas.

La historia literaria de Occidente puede garantizar que, si no hubo persecuciones, comentarios hostiles, despectivos por lo menos, no faltaron nunca.

La “separación voluntaria” el “son judíos, son diferentes,  porque quieren” elude el hecho de que los profesionales comerciantes y artistas "diferentes", judíos fueron parte de las sociedades desde siempre, pero que eran profesionales comerciantes y artistas "diferentes", judíos, con derechos restringidos por su condición y que si buscaran mayores derechos solo podían dejar de serlo. Theodor Herzl parece contestar con precisión. La personalidad del pueblo judío y yo agregaria de todos los "diferentes" no puede desaparecer. (…) No puede porque los enemigos exteriores la mantienen unida.

miércoles, 14 de abril de 2010

Falangistas y Peronistas

Por Sergio Kiernan  http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-24265-2003-08-18.html
–¿Por qué Perón tardó tanto en llegar a España? La Libertadora lo expulsa en septiembre de 1955 y recién en 1961 llega a España. ¿Quería estar cerca de Argentina para regresar? ¿Quería seguir jugando un papel central en la política de aquí? ¿O había otros motivos? Al leer sobre el tema vi que Perón vivió en España 12 años, del 61 al ’73, y Franco lo vio una sola vez, en 1973 cuando se volvía a la Argentina.
–No me deje con la intriga, ¿por qué Perón se tomó casi seis años para llegar a España?
–Porque Franco no tenía el menor interés en recibirlo. La idea de vivir en España surgió en 1956 y Franco la vetó: no lo quería a Perón en España. Recién después de algunos años y de un conflicto interno entre las diversas familias políticas del franquismo, los falangistas llegaron a convencerlo de que lo dejara entrar. Y al principio lo dejó llegar hasta Sevilla y no lo dejó instalarse en Madrid. Que Franco le permitiera mudarse a la capital tomó algunos meses más.
–¿Por qué la Falange, defendió a Perón?
–La Falange perdió influencia política al fin de la guerra civil y luego de la derrota del Eje. Los falangistas vieron en Perón y su mezcla de nacionalismo, con apoyo popular, una continuación de las ideas de su fundador José Antonio Primo de Rivera. Para ellos era una manera de expresar sus reservas sobre la política tan conservadora de Franco, por lo que realmente hicieron lo posible para ayudarlo. Y después mantuvieron buenas relaciones con él durante su exilio, desde Pilar Primo de Rivera, la hermana del fundador, hasta José Antonio Girón, que fue ministro de Trabajo de Franco, pasando por periodistas falangistas muy conocidos como Helio Romero. Franco, a su vez, tenía sus reservas respecto del estilo de liderazgo de Perón por el conflicto con la Iglesia, que era uno de los pilares del régimen español, y por la movilización constante del pueblo. Franco tenía otro estilo de liderazgo, quería a la gente calladita, en casa, no en la plaza, despolitizada.
–Este cuadro que pinta contradice las relaciones entre los dos países a partir de 1946, que fueron realmente muy cercanas.
–Muy cercanas y con un papel muy importante en la sobrevivencia del régimen franquista. Un argumento central en mi libro es que la ayuda de Perón contribuyó a salvar al régimen en este momento entre el fin de la guerra y la agudización de la Guerra Fría, digamos entre la caída de Berlín en 1945 y la Guerra de Corea en 1950. Fue una ayuda sobre todo económica, pero también diplomática y política crucial, porque España se encontraba aislada, boicoteada por los países del Este y el Oeste. Es muy interesante ver la documentación que demuestra la importancia que tenía la ayuda argentina. Por ejemplo, el gobernador de Canarias manda un cable a Madrid avisando que la gente está al borde del hambre y que si no llega trigo, maíz, harina, hay un serio peligro de sublevación. La Cancillería española avisa al embajador en Buenos Aires que necesitan con urgencia un barco de cereales para Canarias. El embajador se encuentra de inmediato con Ramón Cereijo y con Perón, y al otro día sale un barco rumbo a Las Canarias cargado, para calmar a la población.
–¿Era así de detallado, de inmediato?
–Efectivamente, es impresionante...

miércoles, 31 de marzo de 2010

1938 fue, en todas las latitudes, un año de vertiginosa ofensiva del nazismo con la complicidad de Occidente.


En Alemania los nazis desencadenaron la "Kristallnacht", que fue el inicio de las matanzas de judíos. En Argentina, la Iglesia y las fuerzas represivas, con la complicidad de la justicia, estaban convencidos que había que "desjudaizar al país" para impedir el avance del "comunismo apátrida".

1938 fue, en todas las latitudes, un año de vertiginosa ofensiva del nazismo con la complicidad de Occidente.
El 13 de marzo de ese año, la Alemania de Hitler anexaba Austria sin que ningún Estado protestara. Y, seis meses después, a fines de septiembre, las potencias occidentales europeas, en la reunión claudicante de Mu-nich y en plena etapa de apaciguamiento suicida, le regalaban a Hitler la región checoslovaca de los Sudetes.
Había euforia en Berlín. Los judíos extranjeros eran deportados en masa y los nacidos en Alemania sufrían cada vez más persecuciones.
Los diarios alemanes, como "Der Angrif" (El Ataque), hablaban de la "derrota del judaísmo internacional".
Era el avance del hitlerismo y nadie hacía nada. Hoy lo llamaríamos impunidad.
En Francia vivía refugiado un joven judío polaco llamado Herszel Grinszpan. Tenía 17 años. Sus familiares habían sido transladados de Alemania a Polonia. Su padre le escribió a París el 31 de octubre de 1938 desde el campo de concentración de Sbonszyn, en la frontera polaco-alemana. Allí, en esa carta, hacía una impresionante descripción de las condiciones miserables en las que vivía con otros judíos como él: "Solamente tenemos lo que llevamos puesto. No conocemos otra cosa que la humillación".
En ese clima, Herszel Grinszpan, angustiado por la creciente hostilidad antijudia, decidió hacer algo para despertar la atención del mundo. Y en la mañana del 7 de noviembre logró dispararle a uno de los diplomáticos, Von Rath, de la embajada alemana.
Lo que sucedió después es muy conocido y entró en la historia bajo la simplificada denominación de "Kristallnacht" (La noche de los cristales).
Los alemanes, que ya tenían minuciosamente preparado el pogrom de antemano, tomaron este acto justiciero del joven Grinszpan como pretexto para desencadenar sus matanzas. En una sola noche las tropas de asalto "SS" mataron unos doscientos judíos y más de 30.000 fueron enviados a la cárcel o a los campos de concentración que los alemanes habían puesto en funcionamiento prácticamente desde principios de la era nazi: Dachau, Buchenwald y Sachsenhausen. También fueron destruidos 191 templos.
Si nos detuviéramos a analizar en qué andaban los que entonces calificaban a Grinszpan de "irresponsable" (eso incluye a buena parte del liderazgo judío, a algunos sectores de la izquierda y a la totalidad de la jerarquía católica), se podrá deducir no con demasiado esfuerzo quiénes eran en realidad los verdaderos "irresponsables".
Todo esto pasó hace 65 años. La prensa conservadora de París, en vez de arremeter contra los nazis, se ensañó con sus víctimas. Y pidió medidas de vigilancia hacia los judíos mientras aumentaba el antisemitismo en toda Francia.
En Brasil, Getulio Vargas celebraba el primer aniversario del "Estado novo", erigido sobre el modelo fascista.
En España Franco, con ayuda de Hitler y Mussolini, se mostraba eufórico por el segundo aniversario del asedio a Madrid, mientras los republicanos, en condiciones dramáticamente desiguales, resistían al grito de "no pasarán".
En Roma, el Duce recibía, en reunión secreta, al embajador argentino, doctor Manuel M. Malbrán, quien, en posteriores declaraciones a la prensa, exaltaría "las profundas coincidencias que existen hoy en día entre Argentina e Italia, unidos por ideales comunes".
En Salzburgo (Austria), el jefe nazi, doctor Rainer, declaraba solemnemente que esa ciudad había quedado "juden-rein", limpia de judíos. Eran los días en que un nombre ilustre como Sigmund Freud, ya octogenario y después de toda una vida de residencia en Viena donde había producido sus revolucionarias contribuciones a la ciencia psicoanalítica, debía abandonar su tierra natal de la noche a la mañana.
El diario "La Prensa" de los Gainza Paz (15 de noviembre de 1938, página 9), insinuaba en un título que Alemania se había obligado a desencadenar las persecuciones antijudías "por la gran escasez de fondos del Reich".
En Berlín, ante la desesperación de los judíos que anhelaban huir como fuera, el consulado argentino -el consulado de nuestro país que algún humorista calificó de hospitalario- colocó el siguiente cartel en la puerta de calle:
"Solamente los granjeros con varios años de experiencia tendrán alguna posibilidad de obtener el visado de sus pasaportes".
Y en Buenos Aires, ante una virulenta manifestación por la Avenida Santa Fe de nazis vernáculos que gritaban "Mueran los judíos, viva Cristo Rey", la DAIA (con la firma de su presidente Nicolás Rapoport y de su secretario Moisés Toff) le envió urgentes telegramas -con solicitudes de protección- al ministro del interior Diógenes Taboada, al jefe de policía general Andrés Sabalain y al propio presidente de la República Roberto M. Ortiz.
Ninguno de los tres se dio por aludido. Y la comunidad judía sólo recibió una muy escueta comunicación del secretario del presidente, Luís A. Barberis: "Por encargo del Excelentísimo Sr. Presidente hágole saber que su telegrama ha sido pasado a sus efectos al Ministerio del Interior".
El ascético mensaje de circunstancias suscripto por el colaborador de Ortiz revelaba claramente que nunca se iba a hacer nada para parar la marea nazi en la Argentina, sobre todo los atropellos perpetrados por aquellos grupos que, como la llamada "Alianza de la Juventud Argentina" (fundada por Juan Queraltó en 1937 y luego devenida en la "Alianza Liberta-dora Nacionalista", que contó con muy fuertes respaldos en la Iglesia, las fuerzas armadas, la policía y la justicia), hacían gala de una furiosa impunidad no sólo en el plano de la propaganda, sino también -y casi diría, fundamentalmente- en la "acción di-recta".
En el resto del mundo, en aquel ´38 sangriento, el antisemitismo, el prejuicio o la abierta hostilidad hacia los judíos, no eran muy diferentes.
La cuota que regia en los Estados Unidos para los judíos perseguidos era de 27.000 por año. Y, como ya esa cifra había sido colmada muy rápidamente, el gobierno norteamericano de Franklin Delano Roosevelt (a quien, paradojalmente, los nazis de todo el mundo solían calificar como un "agente judío y comunista") prohibió la entrada de judíos que huían de Alemania. En buena parte del planeta ocurrió otro tanto. Y hasta Francia cerró sus fronteras a los judíos por temor a que apareciera "otro Grinszpan".
Mientras tanto en Washington, la policía reprimió violentamente un intento de las organizaciones sindicales de hacer un acto de repudio frente a la embajada alemana, ya que la derecha norteamericana -que se etiquetaba a sí misma como "neutralista" para esconder su filonazismo- todavía ejercía gran influencia para impedir cualquier inclinación de los Estados Unidos hacia la trinchera antifascista.
(Esa misma derecha recién se vería obligada a guardar silencio a partir del 7 de diciembre de 1941 con el bombardeo de Japón, aliado de Hitler, a Pearl Harbor. Esa misma derecha, que tuvo que aguantar con los puños crispados la alianza con la Unión Soviética, recién recuperaría espacio -agresivamente- después de la guerra a través de la campaña que encabezó el senador Joseph Mc Carthy, cuya persecución a cualquier persona progresista sospechosa de "comunista" entró a la historia con el nombre de "maccarthismo". Persecución que, sobre todo en el ámbito de la cultura y en casos muy sonados como el de los esposos Rosemberg, no ocultó sus fuertes connotaciones antisemitas).
También en Buenos Aires (donde el régimen no ocultaba en 1938 su preocupación por el auge de las movilizaciones multitudinarias de las organizaciones de izquierda y la proliferación de huelgas activas como las que produjo por decenas el gremio de los trabajadores de la construcción) se prohibieron las manifestaciones en la calle, pero no en lugares cerrados.
La Liga Argentina por los Derechos del Hombre, que en el año anterior había sido fundada por Lisandro de la Torre (y que hasta el día de hoy sigue siendo un baluarte en la lucha por los derechos humanos), realizó el 28 de noviembre un acto masivo en el Luna Park para repudiar los pogroms en Alemania.
Hubo 30 mil personas: 15 mil adentro y 15 mil afuera. Judíos y no judíos. Obreros, estudiantes y clase media.
Hablaron, entre otros, el propio De la Torre, Nicolás Repetto, un representante de la CGT y Emilio Troise, un infatigable militante comunista que tuvo que enfrentar a propios y extraños para crear el Comité contra el Racismo y el Antisemitismo de la Argentina, organismo multisectorial, con fuerte presencia de la izquierda, que enfrentó con mucha decisión el avance fascista en la Argentina de aquellos años.
La gigantesca asamblea, por aclamación, resolvió condenar las leyes y medidas discriminatorias legales, exigiendo al mismo tiempo del gobierno de Ortiz la abolición de las restricciones a la inmigración (que esencialmente se aplicaba a los judíos) y la liberalización del derecho de asilo.
También hubo actos en la Casa del Pueblo organizado por el Partido Socialista (oradores, Mario Bravo, Enrique Dickman y Alicia Moreau de Justo); en el salón Príncipe Jorge de Sarmiento 1230 (donde hablaron el dirigente de los obreros de la construcción Rubens Iscaro y el diputado radical de origen árabe Emir Mercader) y en el cine Etoile, que estaba ubicado en Corrientes 2795 casi esquina Pueyrredón, convocado por el Partido Socialista Obrero (que estaba más a la izquierda del Partido Socialista tradicional) y donde habló, entre otros, en nombre de la FUA, Julio Notta, que después se hizo muy conocido por sus trabajos sobre la entrega de la economía argentina a la voracidad de los monopolios.
La DAIA, que se había limitado a realizar un pequeño acto en el templo de la Congregación Israelita Argentina de la calle Libertad al 700, emitió después un enérgico comunicado. ¿Para qué? Para señalar celosamente que era la única institución representativa con derecho a hablar en nombre del judaísmo argentino.

NO AL INGRESO DE JUDÍOS

Luego de la anexión de Austria por parte de los hitleristas, los nazis locales -austriacos y alemanes- organizaron un gran festejo en el Club Alemán al que asistieron unas 3500 personas.
El "Landesgruppe", la organización nazi encargada de estrechar los vínculos entre el Tercer Reich y los alemanes de ultramar, intentó en marzo sumar a los germanos de Argentina al plebiscito organizado por Hitler para avalar el "anschluss" (anexión) de Austria a Alemania, pero fracasaron ante la decidida acción de los sectores antifascistas.
En cambio tuvieron éxito el 10 de abril al realizar un gigantesco acto en el Luna Park de adhesión al nazismo, donde concurrieron más de 20000 personas con gran despliegue de banderas con la cruz svástica y una abundante vocinglería contra los judíos, los comunistas y la francmasonería.
A ese acto asistió nada menos que el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Manuel A. Fresco, acompañado por su ministro de Gobierno, Roberto J. Noble, el mismo personaje que siete años después, en 1945, fundaría el diario "Clarín".
Ambos -Fresco y Noble- no ocultaban sus simpatías por las potencias del Eje (en alguna nota anterior recordamos el panegírico que Noble publicó sobre el Duce); y ambos, el año anterior, en 1937, habían producido la clausura de las escuelas obreras judías que existían en algunos lugares de la campaña bonaerense, apoyando además a los grupos de choque fascistas que realizaban tropelías en los barrios de la Capital densamente poblados por judíos.
Manuel A. Fresco, un conservador heterodoxo que tenia veleidades populistas, logró manipular bajo su égida a algunos de los sindicalistas más venales. El 8 de julio de 1936 logró no pasar indiferente ante los lectores de "La Nación", cuando el diario de la oligarquía vacuna reprodujo uno de sus discursos apologéticos del nazismo y el fascismo y en contra del voto secreto y obligatorio. Fue una suerte de ideólogo del voto cantado ("el verdadero macho, cuando se acerca a la urna comicial, no tiene que tener miedo a que se conozcan sus simpatías políticas", solía argumentar). Y hasta el ultimo día de su vida, cuando la Segunda Guerra Mundial hacía más de quince años que había quedado atrás, solía mostrar orgullosamente sobre su escritorio las fotos autografiadas de Hitler y Mussolini. Fresco cesó en su cargo cuando el presidente Ortiz, el 7 de marzo del ´40, en uno de sus últimos actos de gobierno, intervino la provincia de Buenos Aires no por su antisemitismo y pronazismo sino porque el fraude y la corrupción ya eran cotidianos, sin disimulos y a la luz del día.
Inmediatamente se dedicó a luchar "contra el capitalismo judío, ateo y comunista" y el 1º de mayo de 1942 presidió un acto organizado por los nazis de la Alianza y el general Juan Bautista Molina. Y, poco después, en junio de 1943, en coincidencia con el golpe, Fresco publicó el libro "Conversando con el pueblo, hacia un nuevo Estado", donde habla peyorativamente de los judíos Marx, Freud y Blum (este ultimo, ex primer ministro de Francia) y en la página 151 se refiere a "los Protocolos de los Sabios de Sión, verdadero evangelio del liberalismo plutocrático, ateo y judío".
Pero volvamos a los nazis alemanes que, por muchos años, se pasearon impunemente por buena parte de los intersticios de nuestro país.
El 27 de abril de 1938, diecisiete días después de aquel exitoso acto del Luna Park, los alemanes de la Argentina decoraron profusamente con svásticas sus 215 escuelas, empresas, bancos, negocios e instituciones de distinto pelaje.
El objetivo era generar una gran demostración de fuerza de los hitleristas alemanes residentes en esta parte del mundo.
Las juventudes de izquierda -especialmente la Federación Universitaria Argentina- se movilizaron para arrancar y quemar los símbolos nazis.
El gobierno argentino -tal como había ocurrido en oportunidades anteriores- pidió disculpas a la embajada alemana, y, de acuerdo a lo que informó Andrés Horacio Reggiani en un excelente trabajo publicado en el número 376 de "Todo es historia", días mas tarde "y para mayor indignación de las organizaciones antifascistas, la policía reprimió con violencia a varios miles de españoles que marcharon para conmemorar el aniversario de la Segunda República".
No era fácil en aquellos días de la "década infame", ganar las calles argentinas para repudiar a Hitler, Mussolini o Franco.
El presidente Ortiz -catalogado como profundamente proinglés por algunos historiadores, lo que era cierto porque su candidatura se pergeñó en los salones de la Cámara de Comercio Británica-, fue sin embargo muy permeable a la presión de los factores de poder cercanos al fascismo (no olvidemos que no fueron pocos los ingleses, antes de la guerra, que admiraban a las "potencias nacionales", porque habían sabido ponerle un dique de contención a la "subversión comunista"); y, cuando se produjo el pogrom de la "Kristallnacht", Ortiz guardó silencio cómplice.
El ya citado Reggiani, con respecto a la condescendencia del gobierno de nuestro país hacia las atrocidades nazis de allí y de aquí, conjeturó que "probablemente el antisemitismo vernáculo jugó su parte en esta falta de respuesta, pero la Argentina no constituye ninguna excepción a la época. Como ya había ocurrido en Europa a fines del siglo XIX -particularmente en Austria, Alemania y Francia-, durante los años ´30 el antisemitismo argentino cambió el repertorio tradicional que asociaba al judío con elementos folclórico-religiosos -ritos sacrificiales y el asesinato de Cristo- por imágenes que hacían de él un símbolo de todos los aspectos intolerables e incomprensibles de la sociedad moderna: desarraigo, cosmopolitismo. Una segunda transformación importante fue que, de igual manera que allende el Atlántico, el antisemitismo dejó de ser un rasgo exclusivo de la élite para arraigarse en sectores medios y populares".
Pero Ortiz estaba muy enfermo y, además, era despreciado por la ultraderecha que descreía de la "partidocracia" y pedía a gritos un gobierno de "mano dura con los comunistas subversivos y la plutocracia judía" al estilo de las potencias fascistas que, en ese momento, aún venían arrollando en Europa.
Ortiz, que trató de conformar a la poderosa derecha argentina aceptando sus exigencias de declarar la neutralidad del país frente a lo que sucedía en el Viejo Continente, ya no podía más con su diabetes crónica que muy poco tiempo después lo llevaría a la tumba. Y tampoco podía más frente a la decisión de instituciones gravitantes como las fuerzas armadas y la Iglesia que lo consideraban demasiado blando para dar con tierra con el espectáculo para ellos "bochornoso" de "tantos trapos rojos levantados por miles de obreros a instancias de los judíos apátridas para ensuciar las calles de nuestra querida República".
En ese clima, con su salud destruida -estaba prácticamente ciego- y su impotencia y falta de vocación para detener el avance fascista en nuestro medio, Ortiz, el 3 de julio de 1940, delegó el mando en su vicepresidente, Ramón S. Castillo.
Los nacionalistas de derecha que, como Ramón Doll, solían alertar sobre la "sífilis judaica" (expresión que utilizó, por ejemplo, en el libro "Hacia la liberación", publicado en Buenos Aires por la Editorial del Renacimiento en 1939), recibieron la caída de Ortiz y la llegada de Castillo al gobierno con cierto alivio.
Ortiz no era confiable y Castillo al menos no estaba tan lejos de ellos. Los nacionalistas de derecha e inclusive un hitlerista hasta los huesos como Manuel A. Fresco, consideraban que la neutralidad era un buen negocio para la Argentina y los periódicos nazis financiados por el embajador alemán Edmond Von Thermann elogiaban todo lo que Hitler hacia en Europa, pero, al mismo tiempo, consideraban que "la neutralidad constituía un cachetazo a la soberbia de los comunistas, los judíos y el imperialismo ingles".
Castillo (1873-1944), abogado catamarqueño fuertemente ligado a los feudales del noroeste argentino como Robustiano Patrón Costas, era abiertamente fascista y, durante su gestión (que terminó al estallar el golpe del 4 de junio de 1943, cuando los coroneles del GOU ya no lo consideraban una garantía suficiente), no sólo se prohibió la película de Chaplín "El gran dictador" y se persiguió a las organizaciones judías sospechosas de simpatizar con el "marxismo", sino que también fue una etapa de máximo esplendor para los grupos nazis.
En esos años de neutralismo pronazi de Castillo, Manuel A. Fresco llegó a concretar la Unión Nacional Argentina Patria, que obtuvo personería y abierto respaldo oficial, congregando en sus actos a miles de adherentes que hacían el saludo nazi y reclamaban la muerte de los judíos. Por todas partes proliferaron grandes y pequeñas bandas de choque -con lenguaje actual podríamos calificarlas de bandas parapoliciales-, como "Restauración", "Afirmación Argentina" y, sobre todo, la "Alianza Libertadora Nacionalista", que llevaba un águila como emblema (sus acólitos decían que era un cóndor) y llegó a reunir a mas de diez mil personas en una manifestación antijudia que culminó en la Plaza San Martín.
En estos últimos párrafos estamos hablando de los tres primeros años de la década del cuarenta, cuando Ortiz dejó el mando y el conservador fascista Ra-món S. Castillo fue presidente hasta el golpe del 4-VI-43. Pero volvamos otra vez a 1938, es decir a los días de la "Kristallnacht".
La ultraderecha argentina -en el gobierno, en las fuerzas armadas, en la Iglesia y en los demás factores de poder- le tenía pánico a la posibilidad de una "revolución social" en la Argentina, en vista de la fuerza creciente que mostraba la izquierda en el movimiento obrero. Por eso se sintieron alentados por las noticias de la consolidación de Hitler, Mussolini, Franco y Oliveira de Salazar en Europa. Y buena parte del catolicismo se entusiasmó con el curso que estaban teniendo los acontecimientos europeos.
Una de las publicaciones católicas más influyentes de la época fue "Criterio" que, en 1938, era ya prácticamente un semanario oficioso de la Iglesia. Su redacción y administración funcionaron durante muchos años en la iglesia de San Juan, de Alsina y Piedras.
Fundada en marzo de 1938, su primer director fue Atilio Dell´Oro Maini, el mismo personaje que, veintisiete años después, en septiembre del ´55, fuera designado por el gobierno del general Eduardo Lonardi como titular del Ministerio de Educación, desde donde emprendió una agresiva campaña a favor da la enseñanza católica en las escuelas.
Cuando fue depuesto el gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen (6-IX-30), "Criterio" dio la bienvenida al golpe "no sólo porque Yrigoyen había resultado un presidente funesto sino porque había sido elegido popularmente para el cargo" ("Criterio", 9-IX-30, pagina 461).
En esos días, de inequívoca vocación elitista para la Iglesia, la revista pasó a ser dirigida por un hombre de desorbitadas posiciones de ultraderecha: Enrique P. Osés, quien, apenas algunos años después, llegó a comandar el diario "El Pampero", que financiaba la embajada del Tercer Reich en Buenos Aires y fue la publicación antisemita de mayor tirada en la historia argentina: unos 80.000 ejemplares todos los días.
Pero "Criterio", a medida que avanzaba la década del treinta, caería en manos de un obispo -monseñor Gustavo J. Franceschi-, que entremezcló la línea derechista y antijudia con un pretencioso barniz intelectual.
Fue justamente bajo la conducción de Franceschi, que "Criterio" no ocultó su aversión por los judíos en aquellos momentos en que arreciaban las matanzas y las depredaciones antisemitas en la Alemania de Hitler.
Algún día quizás publicaremos una antología completa de todos los escritos antisemitas de "Criterio" pergeñados en sus muchos años de revista prejuiciosa y racista. Pero hoy nos limitaremos a ofrecer solo algunas ejemplificaciones exclusivamente del año ´38, no sólo porque era la época de "La noche de los cristales" sino también porque, de algún modo, se desprende de sus páginas la posición oficial de un organismo férreamente disciplinado y vertical como la Iglesia.
E
n suma, estas son algunas de las expresiones de "Criterio" de aquel sangriento 1938:

14-IV-38 (PAGINAS 433 Y 434): "El pueblo judío, desde que rehúsa al verdadero Mesías, jugará fatalmente en el mundo un papel de subversión" (...). "No debemos olvidarnos de los agravios inferidos al cristianismo por la rabia judaica" (...). "El 23 de febrero del año 155 hubo una gran fiesta sabática en Esmirna y, al ser condenado San Poli carpo al suplicio del fuego lento, eran justamente los judíos los que con más saña atizaban el fuego" (...). "Fueron los judíos los que, en alianza con la francmasonería, hicieron la Revolución Francesa atea".

21-IV-38 (PAGINAS 456, 457 Y 458): "El judaísmo ha sido y es una potencia revolucionaria que en tanta página de la historia ha dejado las huellas de sus tremendos arañazos" (...). "El judío es ante todo un hombre a quien hay que convertir, desentelarañándole primero sus prejuicios político-religiosos" (...). "Hay que meditar sobre el origen histórico del cristianismo y el criminal gesto de Israel" (...). "Recordemos las bulas papales que hablan de la impía perfidia de los judíos, la antigua perversidad de los judíos, la perfidia endurecida de los judíos, la malicia de los hebreos" (...). "Ya los papas intervinieron antiguamente para ponerle restricciones a los judíos y a sus actividades peligrosas" (...). "El odio a los judíos es una autodefensa justa de los cristianos".

12-V-38 (PAGINAS 41, 42 Y 43): "No andan descaminados quienes ven en el judaísmo, en su ´oro´ y en su ´Kahal´, la más terrible de las amenazas contra los estados cristianos y contra el orden nacional" (...). "La raza que prestó al Hijo de Dios su carne y su sangre y pidió luego su cuerpo para crucificarlo, castigada por Dios a vagar por el mundo, sin patria y sin rey, en la espera de la salvación final, está hoy coaligada, por haberse afincado en una absurda obsesión político-religiosa, para la ruina de la sociedad cristiana" (...). "Con su secular tradición talmúdica se ubican en la cancha extranjera para judaizarlo todo y para acapararlo todo con sus garras económicas" (...). "El antisemitismo no es la absurda persecución contra unos pobres seres indefensos, sino que es una reacción lógica del mundo cristiano".

26-V-38 (PAGINAS 91, 92 Y 93): "El italiano, el español, el alemán o el francés son en nuestro medio social fácilmente reductibles. ¿Podemos afirmar lo mismo con respecto a la inmigración judía, que ya en nuestro país sobrepasa el medio millón? Las estadísticas y la realidad toda de la existencia del judío inmigrante revelan su completa, su agresiva inadaptabilidad, tal como un peligroso microorganismo que ha formado esporo y que vive a expensas del organismo que debilita hasta matarle. Corresponde, pues, dosificar la inmigración judía".

7-VI-38 (PAGINAS 232 Y 233): "Se ataca al nazismo con encono y se lo califica con expresiones ofensivas a veces brutales: los israelitas exageran su pintura de la crueldad con que se los persigue en Alemania" (...). "A los judíos no los quieren en ninguna parte.”

11-VI-38 (PAGINAS 368 Y 369): "El Comité contra el Racismo y el Antisemitismo es una cueva de racistas e izquierdistas perniciosos proclives a la subversión revolucionaria".

25-VIII-38 (PAGINAS 416 Y 417): "Está bien no ser antisemita y los cristianos no pueden ni deben serlo; pero hay que tener en cuenta, al mimo tiempo, que las cosas son como son y no como quisiéramos que fuesen. Y si la masa de judíos actúa como disolvente y subversiva en nuestra sociedad -que no los persigue ni molesta sino al contrario-, la sociedad velará por su propia existencia defendiéndose de ellos" (...). "El matutino ´El Diario´ publica burlas y blasfemias anticristianas. La propiedad, la dirección y casi toda la redacción de ´El Diario´ son judíos, cuya circunstancia lo explica todo, porque, como escribe Maritain, débese esperar de los judíos muy otra cosa que un apego real al bien común de la civilización occidental y cristiana".

15-IX-38 (PAGINAS 71 Y 72): "El Tercer Reich es uno de los más enérgicos adversarios de la Unión Soviética y el más implacable enemigo de los judíos, cuyo materialismo religioso está en la base del materialismo histórico de Marx".

13-X-38 (PAGINAS 169 Y 170): "Que el gobierno fascista de Italia haya resuelto encarar en forma decidida la solución del problema judío, aunque este problema no ofrezca problemas agudos en la península, es cosa explicable y hasta justificable. En otras palabras, el gobierno italiano tiene derecho, dentro de su ámbito, a prohibir la inmigración hebrea, a expulsar judíos de su territorio, a impedir que estos ocupen más posiciones públicas que las que proporcionalmente a la población general del país pueden corresponderles; a adoptar, en suma, todas las providencias políticas, culturales y económicas que sean necesarias para una justa defensa de la sociedad de cuyo bien es responsable. Corresponde entonces recortar también aquí, y de inmediato, el ingreso al país de inmigrantes hebreos".

Hasta aquí el verbo feroz de "Criterio", que era la expresión oficiosa y más influyente de la Iglesia católica en 1938.
Varias décadas después, "Criterio" decidió girar 180 grados y se convirtió en un "sincero amigo del pueblo judío". Y su director, monseñor Gustavo J. Franceschi, llegó a viajar a Israel invitado por su gobierno (como pasó con otros antisemitas en años posteriores, verbigracia Enrique Llamas de Madariaga) e inclusive habló, en mayo de 1956 en el cine Ocean de la calle Lavalle, en un acto multipartidario de solidaridad con el Estado judío donde también hicieron uso de la palabra, entre otros, Alicia Moreau de Justo y Oscar Alende.

Pero el papel sombrío de "Criterio" en los años en que allá gaseaban a los judíos en Auschwitz y acá los fascistas proponían cosas parecidas, no es posible borrarlo con el codo. Más allá de los olvidadizos y de la retahíla de oportunistas que siempre priorizan la sagrada "real-politik"..
© LA VOZ y la opinión

viernes, 13 de noviembre de 2009

La Ciudad de Buenos Aires dedicada a la cacería de indigentes

Observatorio de Derechos Humanos de la Ciudad: http://www.observatorioddhh.org.ar

El 21 de octubre de 2008, por intermedio del Decreto Nº 1232/08 se creó la UCEP, el Organismo fuera de nivel Unidad de Control del Espacio Público, que depende de la Subsecretaría de Espacio Público del Ministerio de Ambiente y Espacio Público del Gobierno de la Ciudad. De esta forma, se le dio cobertura administrativa a este grupo de personas que actúan clandestinamente. Acentuando su actuación noviembre/diciembre de 2008, se tornó mucho más visible el accionar de un grupo de empleados del Gobierno de la Ciudad que actúan en horas de la noche, realizando desalojos violentos, con amenazas y golpes, a personas en situación de calle que duermen en distintos espacios de la ciudad.

En sus procedimientos, los miembros de la UCEP, además de agredir violentamente a las personas, roban sus pertenencias y, en algunos casos, las arrojan en un camión colector de basura que también forma parte de estas operatorias ilegales. Muchos de estos camiones (algunos sin patente que los identifique) pertenecen a empresas recolectaras de residuos contratadas por el GCBA, como PANIZZA S. A.

Además, está acreditado por diversos testimonios que la UCEP participó en otros operativos como: desalojo del inmueble en Av. Paseo Colón 1588 (27/02/2009), desalojo de la Huerta Orgazmica en Caballito (18/05/2009), desalojo de los puestos de venta ambulante en la Costanera Sur (16/09/2009).

A la fecha, existen más de quince denuncias efectuadas por víctimas de la UCEP en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.

Las conductas desplegadas por los agentes de la UCEP encuadran en los delitos tipificados por los arts. 89, 149 bis, 149 ter y 248 del Código Penal de la Nación. Esto es: lesiones, amenazas, coacción agravada e incumplimiento de los deberes de funcionario público.

La ilegalidad que reviste la UCEP surge de las conductas de los agentes involucrados y también de la ambigüedad normativa que facilita esas conductas. El decreto que creó su estructura, aloja -desde una cortina legal- prácticas delictivas. En efecto, los objetivos mencionados en el decreto son agraviantes para un estado de derecho en tanto promueve facultades que no son propias de un organismo de estas características

La norma convierte en regla una facultad excepcional del derecho administrativo y le otorga al órgano UCEP la competencia para efectuar desalojos por medio de la persuasión, lo cual en la práctica significa directamente la utilización de amenazas y la fuerza física.

Es importante destacar que dormir en la calle no constituye ningún delito, ni contravención. Es decir, esa acción no puede ser perseguida penalmente ni sancionada.

Los problemas de la pobreza, indigencia y vulneración social no se resuelven con represión. Por el contrario, es obligación del Estado local, en cumplimiento del marco constitucional vigente, proveer los mecanismos necesarios para que las personas puedan resolver su situación de vulnerabilidad.

La forma que eligieron en el Gobierno de la Ciudad de intervenir sobre esta problemática lo coloca como violador de derechos humanos, con proyección de responsabilidad internacional.

El derecho internacional, nacional y local de los derechos humanos prevé obligaciones para resolver la pobreza y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tiene programas específicos para actuar en esta dirección, que no son dispositivos como la UCEP. Existe la decisión política de despejar al espacio público de pobres y esa decisión se sostiene aún con el costo violar los derechos humanos, causando un retroceso institucional inédito y de suma gravedad para la Ciudad de Buenos Aires.

El modelo de control del espacio público que nos ofrece el actual Gobierno de la Ciudad con el ejemplo de la UCEP es represivo, discriminatorio y en perjuicio de los derechos de los más vulnerables.

05/11/2009

De la UCEP quedará el nombre, Por Fernando Riva Zucchelli. La Defensora del Pueblo, Alicia Pierini y el ministro de Ambiente y Espacio Público del gobierno de Mauricio Macri, Juan Pablo Piccardo, acordaron el cambio de funciones de la UCEP y el traslado de la problemática al Ministerio de Desarrollo Social. "Claramente la indigencia es un tema del área social" afirmó Pierini. En una reunión realizada el miércoles por la tarde entre la Defensora del Pueblo de la Ciudad, Alicia Pierini, y el Ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad, Juan Pablo Piccardo, se acordó finalmente el cambio de funciones de la Unidad de Control de Espacio Público y el traslado total de la problemática de personas sin techo a la órbita del Ministerio de Desarrollo Social.La Defensoría del Pueblo junto al Centro de Estudios Legales y Sociales habían cuestionado conjuntamente el accionar de la UCEP y sobre todo la concepción en materia de derechos y garantías que privilegiaba el orden en el espacio público en desmedro de la contención a las personas más vulnerables.Además de Pierini y Piccardo participaron de la reunión el defensor adjunto Atilio Alimena y el jefe de la UCEP, El barrabrava Jorge Polini.

“Claramente la indigencia es un tema del área social aunque su consecuencia sea la ocupación de calle, veredas o plazas. Existe una normativa en relación a defensa de los derechos de los más débiles que hay que cumplir y además de nuestra parte un compromiso moral con los más pobres” afirmó la Defensora del Pueblo.

El ministro de Mauricio Macri insinuó un conflicto de derechos ya que los vecinos llaman, para que pedir que saquen a estas personas y le recordó que en el Gobierno anterior de Anibal Ibarra se hacía lo mismo desde esa misma estructura, a lo que Pierini le dijo que eso nada cambiaba el concepto. “Estaba tan mal antes como ahora. De acá para atrás, todo en manos de la justicia que dictaminará las responsabilidades, pero ahora pensemos hacia adelante”.

Según trascendió, a los 26 patovicas que conforman la UCEP se les dará ¿nuevas? funciones dentro del Ministerio de gobierno de Mauricio Macri, mientras que la contención a indigentes las absorbería Desarrollo Social.

¿Cambiara algo? ¿que nuevas funciones les dara el Gobierno de Mauricio Macri a los 26 matones de la UCEP?

Subsisten condiciones infrahumanas de detención de menores

Rosario 12

Ciudad de Rosario, Provincia de SAnta fe › NUEVOS CASOS DE MALTRATOS FISICOS A MENORES EN EL Instituto de Recuperación del Adolescente Rosario El Irar es un instituto cerrado de rehabilitación para jóvenes menores de 18 años, que depende de la Dirección Provincial de Justicia Penal Juvenil. Esta área se encuentra bajo la órbita de la Subsecretaría de Asuntos Penales del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la provincia. de Santa fe

La Coordinadora de Trabajo Carcelario (CTC) denunció ayer serias irregularidades en el funcionamiento del Instituto de Recuperación del Adolescente Rosario (IRAR). "La subsistencia de las condiciones infrahumanas de detención, las reiteradas denuncias de torturas y maltrato físico y psicológico que efectúan los jóvenes -algunas de las cuales se formalizan judicialmente, sin resultado y otras que por miedo no llegan a formalizarse-, acreditan que las violaciones a los derechos humanos de los adolescentes privados de la libertad en el IRAR denunciadas por esta organización se perpetúan y se agravan con el tiempo", denunció Lilian Echegoy.

La dirigente de la CTC apuntó además que "en estos últimos meses se han producido nuevos casos de torturas psíquicas y psicológicas infligidas a los jóvenes encerrados en el IRAR. Según Echegoy "la semana pasada hubo casos de dos chicos que habían sido golpeados por la policía y luego dentro del mismo Instituto. El domingo 8 noviembre luego de la visita, se produce la denuncia del robo de las pertenencias que les habían entregado ese día sus familiares. En respuesta interviene el Servicio Penitenciario y los internos del sector D son nuevamente encerrados y alrededor de las 21, requisados por personal del Servicio Penitenciario que los someten a una golpiza por denunciar el robo de las pertenencias, que les habían entregado ese día sus familiares. "Al día siguiente -agregó- por la mañana cuando los llevan a 'enfermería' les vuelven a pegar".

Segun la CTC la "enfermería en realidad lo era antes, ya que hoy en los hechos, el lugar funciona con un pabellón más, aunque con las condiciones más indignas de todo el IRAR. A las 14 del lunes, la Dirección Civil ordena que sean traslados del sector los tres chicos que se encontraban en el sector F a enfermería. La orden fue cumplida por el Servicio Penitenciario, que para efectivizar la orden golpean nuevamente a estos jóvenes, incluso estando esposados.

Por su parte la abogada de la CTC Carmen Maidagan, apuntó que "más allá de que se inicien sumarios, se investiguen los hechos, y se traslade al personal las torturas sufridas, los malos tratos físicos y sicológicos los daños sufridos son irreparables".

Y en este sentido recordó que "las autoridades fueron advertidas en varias oportunidades sobre el peligro que significaba la permanencia del SP en el interior de IRAR. Pero los hechos demuestran que en este desgobierno que resulta el IRAR, las autoridades civiles que deambulan por el instituto se sirven de la fuerza de seguridad para mantener 'el orden' a cualquier costo inclusive intentando tapar los abusos, de hecho la directora civil, prometió que volverían al sector F si no denunciaban los golpes".

Maidagan explicó que "ahora cuando las cosas se complican y salen a la luz, dejan a solas a su 'socio' el Servicio Penitenciario, y lo hacen responsable de todos los males. Los empleados penitenciarios son responsables de lo que hicieron, pero también quien no controló que sucedía y enterado de los hechos no informó ni a los jueces de las causas en las que estaban involucrados los menores y mucho menos ante el fiscal o juez de instrucción en turno, y ello es más grave ya que sin lugar a dudas las fuerzas de seguridad erróneamente tienen una formación represiva, se supone que los funcionarios civiles no".

miércoles, 29 de julio de 2009

El primer "pogrom" en la Argentina

Herman Schiller


El seis de enero de 1919, hace 80 años, comenzó la Semana Trágica. A las huelgas obreras se les opuso una violencia nunca antes vista que culminó en el primer desborde antisemita de nuestra historia.

3-1-199
La "Gran guerra", que luego fue bautizada como Primera Guerra Mundial (1914-18) para diferenciarla de la "Segunda" (1939-45), paralizó en nuestro país las inversiones. Las dificultades para exportar e importar provocaron carestía y pérdida del poder adquisitivo del salario. En ese cuatrienio de la primera contienda, el salario descendió en la Argentina un 38,2 por ciento, porcentaje más que elevado para aquel entonces. Obviamente la combatividad obrera creció, estimulada además por la revolución bolchevique en la lejana Rusia y la ola de pronunciamientos proletarios que se habían desatado en el resto de Europa, principalmente las acciones de los espartaquistas en Alemania encabezados por Rosa Luxemburgo.
En 1917 hubo por estas latitudes 136.000 trabajadores en huelga; al año siguiente fueron 138.000, pero en 1919 la cifra subió a más de 300.000. El 70 por ciento de los huelguistas pertenecía al sector de los transportes, lo que también marcó una diferencia con los movimientos de la primera década del siglo, que en su mayoría se daban en pequeñas empresas.

Pánico burgués

De esos años datan las huelgas de la Federación Obrera Marítima, de los obreros municipales de Buenos Aires y, fundamentalmente, de los trabajadores ferroviarios. Estos últimos revelaron un particular sentido de lucha, al punto de incendiar vagones en Retiro y darles algunas palizas a aquellos funcionarios británicos que se negaban a otorgar los aumentos salariales y mejorar las condiciones de trabajo. En este clima creció el pánico de las clases altas: cada sindicato parecía un soviet; cada huelga, el preludio de la toma del poder por parte de los obreros y cada inmigrante, un revolucionario en ciernes.

El primer gobierno de Hipólito Yrigoyen (1916-22), impotente y contradictorio para alinearse junto al pueblo, mandó a reprimir. Pero la oligarquía, las grandes empresas y los paquidermos periodísticos desconfiaban de Yrigoyen --que había alcanzado el poder con gran apoyo popular-- y lo acusaron de favorecer a los huelguistas indiscriminadamente. Así nació la decisión de los "altos intereses en peligro" de crear una fuerza parapolicial que reprima por su cuenta "y con mayor eficiencia que los regulares".
Los grandes diarios y los círculos conservadores habían entrado en una suerte de pánico, casi de histeria, denunciando la existencia de soviets, aun dentro de la policía. Y, al estallar una huelga general en los frigoríficos de Berisso y Avellaneda, casi todos de propiedad norteamericana, salieron los primeros grupos de "niños bien", montados en automóviles último modelo, a reprimir a los "subversivos" y a reclutar rápidamente "crumiros" (vocablo que entonces denominaba a los trabajadores rompehuelgas).
Los "triunfos" alcanzados por esos jóvenes --fuertemente impregnados por una combinación de difuso nacionalismo y catolicismo-- alentó la formación de dos organismos civiles terroristas: "Orden Social" y "Guardia Blanca", transformados posteriormente en "Liga Patriótica Argentina" y "Comité Pro Argentinidad" que crearon brigadas armadas con el visto bueno de la policía y el Ejército y el apoyo financiero de la "Asociación Nacional del Trabajo", entidad patronal presidida por Joaquín S. Anchorena.
La "Liga Patriótica" --la más importante y conocida de esas organizaciones-- se "cubrió de gloria", según La Prensa, en numerosos ataques a centros y reuniones obreras. Una de esas "proezas" fue el asalto a un local de la FORA (Federación Obrera Regional Argentina), cerca de Plaza Once, donde resultaron dos muertos, uno de ellos el chofer Bruno Canovi. También atacó una pacífica demostración en Gualeguaychú (Entre Ríos), con diversos muertos y heridos como saldo. Por otra parte asesinó en Rosario a la obrera anarquista Luisa Lallana, y en el puerto de Buenos Aires fue muerto de manera similar el trabajador Angeles Améndola. Sin embargo aquella ordalía represiva recién alcanzaría su máxima altitud durante la "Semana Trágica" --6 al 13 de enero de 1919-- que dejara como saldo unos 700 muertos y más de 4000 heridos.

"Conspiración judeo-maximalista"

Los primeros crímenes, en esa semana de dolor pero también de gran espíritu proletario y combativo, fueron cometidos por los propios uniformados --al disparar sobre los huelguistas reunidos frente a la fábrica metalúrgica de Pedro Vasena e Hijos, en Cochabamba y Rioja, donde hoy se encuentra la plaza Martín Fierro--, pero, con el desarrollo de los acontecimientos y el miedo burgués a la "revolución social", el jefe de la Segunda División del Ejército, general Luís Dellepiane (el mismo que entre 1909 y 1912 había sido jefe de policía, reemplazando al ejecutado Ramón L. Falcón), no sólo fue llamado a asumir la responsabilidad ejecutiva de la represión, sino que también dio vía libre a los "civiles" para que "colaboren". Esos "civiles", que muy poco tiempo después formarían la "Liga Patriótica" y otras estructuras similares, se habían formado en el odio al inmigrante, especialmente los judíos, a quienes acusaban de estar fomentando la "conspiración judeo-maximalista" para "disolver la nacionalidad argentina".
El antisemitismo estaba muy arraigado en las clases altas de entonces. Algunos ejemplos: en 1890 apareció en La Nación, en forma de folletín, una furiosa novela antisemita llamada La bolsa de Julián Martel; en enero de 1888 (apenas ocho meses antes de morirse), el mismísimo Domingo Faustino Sarmiento publicó varios artículos antijudíos en El Nacional; el diario La Prensa, en distintas oportunidades, manifestó su oposición a que los judíos formen comunas agrarias en Entre Ríos y Santa Fe; y, sobre todo, la "acción" del 15 de mayo de 1910, diez días antes del Centenario, cuando jóvenes de clase alta, salidos de la muy exclusiva "Sociedad Sportiva Argentina" bajo la conducción del barón Demarchi, asaltaron las sedes del Avangard, órgano del "Bund", agrupación obrera socialista judía, y la denominada "Biblioteca Rusa", para quemar luego sus libros en Plaza Congreso. Refiriéndose al fenómeno antisemita de los represores de la "Semana Trágica", el escritor Juan José Sebreli (en el libro La cuestión judía en la Argentina, publicado en 1968 por la editorial Tiempos Modernos) esbozó una interesante reflexión para explicar la xenofobia de la oligarquía de aquélla época: "El mismo odio racial que la burguesía liberal sentía por el mestizo, al que trató de sustituir por el inmigrante europeo, se volcó después hacia el propio inmigrante cuando éste se reveló inesperadamente con un dinámico elemento de agitación social".
El ensañamiento de esos sectores vinculados con el poder contra los trabajadores judíos durante la "Semana Trágica" produjo en América latina el primer "pogrom" (vocablo ruso de antigua data que significa matanza de judíos). Muchos lo consideraron una suerte de venganza por la acción del joven judío Simon Radowitzky diez años antes, aunque el régimen, ya en ese entonces, inmediatamente después de producirse la ejecución del coronel Falcón el 14 de noviembre de 1909, se había cobrado una buena dosis de revancha al encarcelar a más de 3000 obreros y deportar a Europa a centenares de anarquistas y socialistas.

"El arte de insubordinar"

La mayoría de los trabajadores judíos había llegado a estas playas huyendo de las persecuciones desatadas por el zarismo en Rusia hacia fines del siglo XIX y, sobre todo, después del fracaso de la revolución de 1905 (la participación judía en ese pronunciamiento había sido muy elevada y el zar Nicolás II acusó oficialmente a la numerosa comunidad judía de conspirar para derrocarlo). La denominación de "rusos" (en lugar de judíos) en nuestro medio, reiterada hasta el hartazgo en los sainetes, data de ese entonces y se hizo más carne aún cuando la colonia de agricultores judíos de Moisés Ville, en la provincia de Santa Fe --los míticos gauchos judíos-- saludó públicamente el triunfo de la revolución encabezada por Lenín en 1917.
Pero las acciones directas de la "Liga Patriótica" también encontraron una sustentación teórico-filosófica que partía, principalmente, de los sectores más reaccionarios de la Iglesia. Monseñor Miguel de Andrea, el mismo que 36 años después se convertiría en uno de los sostenedores espirituales de la llamada "Revolución Libertadora", lanzó una campaña explicando que "el peligro nacía del hecho de que los trabajadores y las masas populares habían dejado de creer en Dios, en la Iglesia y en el régimen", en tanto que el obispo Bustos de Córdoba --según consta en La Nación del 25 de noviembre de 1918-- produjo una pastoral acerca de la "Revolución social que nos amenaza". Bustos denunciaba allí a quienes "enseñan el arte de insubordinar y rebelar a las masas contra el trono y el altar para dar por tierra con la civilización cristiana y ceder el puesto a la anarquía imperante".

Ese mismo día (25-XI-1918) el diario Di Idische Tzaitung alertaba: "Los curas comenzaron en Corrientes y Junín. Prosiguieron luego sus sermones contra los socialistas y los judíos, con la ayuda de la policía, por todo Buenos Aires y los suburbios. El domingo organizaron una conferencia similar en la avenida Sáenz y Esquiú, rodeado por policías y escoltados por bandidos locales que estaban armados con bastones de acero. Después del mitin partió una manifestación. En Caseros y Rioja pronunció el cura Napal un tenebroso y agresivo discurso".
El régimen había decidido así atacar por la fuerza (a través de los parapoliciales que secuestraban, robaban, torturaban y mataban) y, también, tratando de introducir cuñas en el seno del pueblo (a través de una propaganda que llamaba a los argentinos a desoír a los extranjeros) para contrarrestar las ideologías revolucionarias. Pero el pueblo, al menos en esos años, rechazó las provocaciones. Al contrario, en medio de la masacre de la "Semana Trágica", se reveló un fuerte sentido unitario.
El Comité Ejecutivo del Partido Socialista convocó a una reunión extraordinaria, declarando que "los obreros no callaran los crímenes". Por su parte las dos centrales obreras --es decir las dos FORA-- instaron a los trabajadores a proseguir la huelga general por tiempo indeterminado. Los obreros acataron el llamado, abandonando espontáneamente las fábricas y los talleres para convertirse --según La Vanguardia de esos días-- "en un mar de olas humanas que rugió su amargura e indignación".
Mientras tanto la policía, el Ejército y los "civiles" seguían matando.
Los diarios burgueses hablaban de "guerra" y "enfrentamiento" para justificar los crímenes, pero La Vanguardia (9-I-1919) rechazó el argumento: "No ha habido tal combate entre los huelguistas y las fuerzas policiales, sino una cobarde y criminal acechanza tendiente a sofocar la huelga por el terror".
Los radicales apoyaron la represión a través de su vocero representativo, el diario La Epoca (12-I-1919): "No se trata de un movimiento obrero. Mienten quienes lo afirman. Mienten quienes pretenden asumir audazmente la representación de los trabajadores de Buenos Aires (...). Y, aun los trabajadores que aparecen complicados en los actos tumultuosos del ayer, han resultado instrumento de los agitadores (...). Se trata de una tentativa absurda provocada y dirigida por elementos anarquistas ajenos a toda disciplina social y extraños también a las verdaderas organizaciones de trabajadores, una minoría contra cuyos excesos basta oponer la firmeza y la cordura de las gentes partidarias del orden".
Otro tanto aducían los diarios del sistema --sobre todo La Prensa y La Nación-- y hasta el New York Evening Mail, furiosa expresión de la plutocracia norteamericana de aquellos años, llegó a manifestar su alarma porque "la mano roja del bolcheviquismo se ha alargado hasta el otro lado del Atlántico, empuñando (en la Argentina) la tea, la bomba y el cuchillo.

"Mueran los judíos"

El sistema, evidentemente, estaba aterrorizado, y desde sus distintas expresiones, se elevaban demandas en el sentido de expulsar a los "extranjeros indeseables", "controlar la inmigración", etc. Varias instituciones proponían campañas de exaltación del sentimiento nacional para oponerse a "esa runfla humana sin Dios, Patria ni ley" (según consta en el folleto titulado "Guía del buen sentido nacional" editado en Buenos Aires en 1920). Esos proyectos se concretaron finalmente con la creación de la "Liga Patriótica Argentina" que, oficialmente, decidió erigirse en "institución", dado "el éxito alcanzado en los días previos para aplastar la conspiración judeo-maximalista".
Bajo la presidencia de Domecq García, se reunieron en el Centro Naval los representantes del Jockey Club, Círculo de Armas, Club del Progreso, Yacht Club, Círculo Militar, Damas Patricias, los obispos Piaggio y el ya mencionado De Andrea y otros distinguidos caballeros. Entre los fines anunciados por la LPA se destacaban: "Estimular sobre todo el sentimiento de argentinidad"; "cooperar con las autoridades en el mantenimiento del orden público, evitando la destrucción de la propiedad privada, comunal y del Estado, contribuyendo a mantener la paz de los hogares", "inspirar al pueblo amor por el ejército y la marina". La nueva entidad llenó la ciudad de afiches --un instrumento de propaganda que aún no estaba muy en boga--, propiciando además la realización de acontecimientos en distintas plazas con la presencia de civiles armados. Los gritos comunes eran: "Fuera los extranjeros"; "mueran los maximalistas"; "guerra al anarquismo"; "mueran los judíos".

Nueva Presencia

En aquellos días fue detenido un joven periodista judío --Pedro Wald-- que también ejercía el oficio de carpintero. La acusación, tan burda que parecía tragicómica, fue aceptada durante bastante tiempo por los voceros del régimen: Wald estaba destinado por los maximalistas a convertirse en el primer presidente del Soviet argentino. Wald fue salvajemente torturado en la 7ª (ubicada en el mismo lugar donde está hoy: Lavalle, entre Paso y Pueyrredón), pero se negó a "confesar". La intensa movilización popular logró que se lo dejara en libertad y, diez años después, en el libro titulado Koshmar (Pesadilla), relató algunos episodios de la represión durante la Semana Trágica. Uno de ellos decía: "Salvajes eran las manifestaciones de los 'niños bien' de la Liga Patriótica, que marchaban pidiendo la muerte de los maximalistas, los judíos y demás extranjeros. Refinados, sádicos, torturaban y programaban orgías. Un judío fue detenido y luego de los primeros golpes comenzó a brotar un chorro de sangre de su boca. Acto seguido le ordenaron cantar el Himno Nacional y, como no lo sabía porque recién había llegado al país, lo liquidaron en el acto. No seleccionaban: pegaban y mataban a todos los barbudos que parecían judíos y encontraban a mano. Así pescaron un transeúnte: 'Gritá que sos un maximalista'. 'No lo soy' suplicó. Un minuto después yacía tendido en el suelo en el charco de su propia sangre".
(El 9 de julio de 1977, casi seis décadas después, la hija de Wald --Eva-- y su esposo, el ingeniero Carlos María Radbil, fundaron conmigo el semanario Nueva Presencia, para enfrentar a la dictadura militar y proseguir la tradición progresista y revolucionaria de aquellos inmigrantes judíos. El semanario se publicó con esa línea contestataria y antifascista durante diez años consecutivos).

Elpidio González

El 10 de enero de 1919, mientras La Protesta, editada clandestinamente, llamaba a los trabajadores a armarse para enfrentar los crímenes del sistema, la "Liga Patriótica" asaltaba los locales de Ecuador 359 y 645, donde funcionaban los centros de los obreros panaderos y de los obreros peleteros judíos. En la avenida Pueyrredón fue atacada la Asociación Teatral Judía. Todo lo que había en los mencionados locales fue arrojado a la calle y quemado. Los transeúntes, además, eran golpeados, mientras la policía montada, en perfecta formación, observaba pasivamente. "No sólo se atacaba a los judíos --señaló Wald en el citado libro-- también se escuchaban (aunque más débiles) exclamaciones contra los españoles (gallegos y catalanes) y contra los extranjeros en general. Sin embargo, el odio contra los judíos tenía un carácter especialmente notorio, global e indiscriminado".
La persecución estaba organizada metódicamente y dirigida por las propias autoridades. El jefe de Policía, el dirigente radical doctor Elpidio González, lanzó el 10 de enero un llamado dirigido a las Fuerzas Armadas y a las bandas civiles. Las saludaba por la "energía y heroísmo" (sic) con que lograron dominar la situación, "dando una lección" a "los elementos disolventes de la nacionalidad argentina". Dos días después, el 12 de enero, se publicó un comunicado de igual tono firmado por el general Dellepiane, donde expresaba su "profundo agradecimiento" a la "heroica policía y a los bomberos" y a "la ciudadanía", que colaboraron junto al Ejército para "aplastar el brutal levantamiento".

Fósforos y alfileres

José Mendelsohn, un joven periodista que venía de las colonias agrarias del Interior (y a quien conocí en la década del cincuenta cuando este escritor y pedagogo ejercía la dirección del Seminario para Maestros Hebreos que funcionaba en el segundo piso de la AMIA, Pasteur 633), testimonió en Di Idische Tzaitung del 10 de enero el salvajismo de esos días: "Pamplinas son todos los pogroms europeos al lado de lo que hicieron con ancianos judíos las bandas civiles en la calle, en las comisarías 7ª y 9ª, y en el Departamento de Policía. Jinetes arrastraban a viejos judíos desnudos por las calles de Buenos Aires, les tiraban de las barbas, de sus grises y encanecidas barbas, y cuando ya no podían correr al ritmo de los caballos, su piel se desgarraba raspando contra los adoquines, mientras los sables y los látigos de los hombres de a caballo caían y golpeaban intermitentemente sobre sus cuerpos (...) Pegaban y pegaban espaciosamente, torturaban metódicamente para que no desfallecieran las últimas fuerzas, para que no se prolongaran sin fin los sufrimientos. Cincuenta hombres, ante el cansancio de azotar, se alternaban para cada prisionero, en tanto que la ejecución proseguía de la mañana hasta pasado el mediodía, desde el atardecer hasta la noche y desde la noche hasta que despuntaba el día. Con fósforos quemaban las rodillas de los arrestados, mientras atravesaban con alfileres sus heridas abiertas y sus carnes emblandecidas (...). En la comisaría 7ª, los soldados, vigilantes y jueces encerraban en los baños a los presos (en su mayoría judíos) para orinarles en la boca. Los torturadores gritaban: viva la patria, mueran los maximalistas y todos los extranjeros".

La interna judía

Todos estos hechos agitaron, naturalmente, lo que hoy llamaríamos la "interna judía". La derecha de la colectividad, representada de algún modo por la Congregación Israelita (sector religioso conservador de origen alemán) hizo lo posible para tomar distancia de los socialistas y anarquistas judíos. Con ese objetivo difundió un comunicado (que firmaron también otras entidades judías "de beneficencia") para invocar "la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia", el cese de las persecuciones "indiscriminadas" y, fundamentalmente, "que la Justicia sea inexorable y severa con los malhechores a quienes repudiamos". Y finalizaba con esta sentencia: "Que los inocentes no sean perseguidos". Los judíos "malhechores" y "culpables" no ocultaron su indignación y repudiaron esta agachada de la derecha judía. Derecha a la que no le sirvió de nada arrodillarse ante los poderes públicos, ya que el jefe de Policía, en primera instancia, rechazó el reclamo de la Congregación Israelita, justificó las atrocidades y respondió que los presos y los muertos "no tenían perdón porque eran anarquistas y tratantes de blancas".
Los socialistas del "Bund", en cambio, y sobre todo los anarquistas --además de numerosos intelectuales-- repudiaron esa claudicación.
Un escritor, A. Koriman, que formaba parte del Comité Central de Ayuda a las Víctimas de la Guerra, rechazó el 17-I-1919 (en el diario Di Presse) la actitud del judaísmo oficial: "Sostengo que en los trágicos días debíamos haber publicitado con mucha mayor dignidad y energía nuestros sentimientos y pensamientos, tal como fue hecho por diversos escritores anónimos y representantes del movimiento obrero. No hay que arrodillarse ante los bárbaros, que actuaron en forma tan brutal, asaltando hogares, arrestando a centenares y centenares de trabajadores, utilizando viles calumnias y maltratando y pegando a mujeres y niños indefensos. Nuestra protesta debió haber sido clara y precisa. Se debió haber culpado a la policía como la responsable de las brutalidades cometidas. Ella apoyó a los falsos patriotas que, con la bandera argentina en sus manos y entonando el Himno Nacional, marchaban por los barrios pidiendo nuestra muerte. Todas las salvajes arbitrariedades fueron cometidas por la policía o apoyadas por ella".
Por su parte los socialistas judíos del "Avangard" también denunciaron a los judíos claudicantes y reiteraron sus acusaciones contra las fuerzas de seguridad: "La policía y el Ejército no sólo permitieron el criminal pogrom contra los judíos, sino que con sus armas ayudaron a perpetrar las salvajes acciones de la Guardia Blanca. La organización Avangard ve en esto la oscura política del gobierno radical, que se asemeja a la ya desaparecida política pogromista del ex gobierno zarista en Rusia, y declara que con mucha energía y decisión proseguirá con su militancia socialista para el logro de una vida mejor en la Argentina". Acalladas la violencia y la represión, algunos representantes de la inteligencia nacional trataron de aproximarse a la verdad.
José Ingenieros, por ejemplo, autor de Las fuerzas morales, La simulación en la lucha por la vida y El hombre mediocre --políticamente vinculado con el socialismo, aunque en 1897 había colaborado con el periódico anarquista La Montaña--, alertó (desde la revista Vida nuestra, nº 7, enero de 1919) sobre las bandas reclutadas también entre "los estudiantes y ex alumnos de los colegios jesuíticos, que son manejados por algunos sacerdotes que hacen política clerical militante al servicio de las clases conservadoras".
Pero la burguesía no se aquietó y, sin bajar el brazo represor, sus sectores menos recalcitrantes admitieron que "la única manera de parar la marea social es haciendo algún esfuerzo para saciar la apetencia de las masas". Así, a instancias del Episcopado Argentino y bajo el lema "Pro paz social", la Unión Popular Católica Argentina lanzó la idea de una gran colecta nacional destinada a proporcionar fondos para "un plan de obras, viviendas, ateneos, servicios sociales e institutos de enseñanza para la clase obrera".
El animador principal de la campaña fue el propio Miguel de Andrea, aquel que meses antes había colaborado en la creación de la "Liga Patriótica". Fruto de esa contribución de las clases pudientes de Buenos Aires fueron, entre otros, el "Ateneo de la Juventud" y la "Casa de la Empleada". En medio de esta vorágine oportunista para frenar la revolución social, el periódico anarquista La Protesta llamó a no dejarse encandilar por los cantos de sirena y a "proseguir la lucha contra el Estado, la policía, los militares, la burguesía, la religión y todos los demás factores que oscurecen la libertad del ser humano".

Fuentes consultadas:

Luchas obreras y represiones sangrientas, de Diego Abad de Santillán;

La Semana Trágica, de Hugo del Campo;

La Semana Trágica de Nicolás Babini;

La Semana Trágica y los judíos, de Nahum Solomisky;

La cuestión judía en la Argentina, de Juan José Sebreli;

Pesadilla, de Pedro Wald;

Colecciones de los diarios: La Protesta, La Vanguardia, La Prensa, La Nación, La Epoca, Di idische Tzaitung y Di Presse; y las revistas: Caras y Caretas y Vida Nuestra